3 años después estoy en un país distinto pero el contexto es el mismo, todo tiene un tema en común: la cocina, la gastronomía, los alimentos.
Hoy vuelvo a escribir con las mismas ganas y entusiasmo de ese día que decidí empezar este blog. Ojalá que disfruten de leerlo tanto como yo cuando lo escribo.
Ese día no tenía ganas de cocinar y aunque él
dice que no sabe hacerlo sacó de la galera una simple receta que me llena de
alegría cada vez que la prepara. Tal vez porque, los que saben, dicen que es
tan adictiva como las drogas.
Llenó una olla con agua y la puso a hervir. Apenas los dados de panceta tocaron la sartén caliente un ferviente chisporroteo y un
intenso olor ahumado inundó la cocina; en ese momento supe que iba a ser mi
nuevo plato favorito. Le ofrecí mi ayuda y casqué los huevos. Hirvió el agua, puso los spaghettis y el cronómetro en 12 minutos, ni más ni menos. Tiempo más que suficiente para abrir
una botella de vino, llenar dos copas y brindar. El sonido de la alarma nos
avisaba que la pasta ya estaba lista. Mientras él batía los huevos con el pecorino
rallado, yo la colaba. Ahora solamente faltaba mezclar todos los ingredientes
en fracción de segundos para que los huevos no se cocinaran, sino que fundieran
con la grasa de la panceta y el calor de los fideos y formaran una salsa suave
y adictiva, así como la panceta.
Disfruten el momento.
te animo a que sigas escribiendo...un beso grande de madre!!!! que no es cualquier beso....
ResponderEliminarUn beso grande de hija!!! Que tampoco es cualquier beso....
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