sábado, 10 de noviembre de 2018

Un domingo en el Mercado del Rastro de Madrid o cómo 'Relato de un Náufrago' me encontró.


Si tienen un domingo libre en la capital española no dejen de visitar el Mercado del Rastro, pueden encontrar miles de cosas o esas los pueden encontrar a ustedes.



"Uno no elige los libros, los libros lo eligen a uno".

No sé porqué esperé 30 años para leer este libro. Tal vez lo leí durante mi infancia en el colegio y no lo recuerdo. Lo que si sé es que si no lo leyeron tienen que hacerlo. No se van a arrepentir.
Si hay un libro que te invita a viajar es este y si te gusta leer además de viajar es un imprescindible para la biblioteca. No me gustan los spoilers así que lo que leerán a continuación no es una reseña tradicional.
Hace unos meses fuimos a Madrid, acá pueden ver todo lo que hicimos. El domingo en muchas partes del mundo es día de mercado y en Madrid está uno de los más grandes y lindos de Europa: el Mercado del Rastro. ¿Saben por qué lo llaman así? Este mercado está ubicado en una cuesta bastante pronunciada donde, en la antigüedad, se encontraban las curtidurias y el matadero. Durante el traslado de las vacas, éstas dejaban un “rastro” de sangre en el camino y se dice que esto dio origen al nombre del famoso mercado.

Me acuerdo que salimos temprano en la mañana porque esa es una de las premisas, además de no llevar más que un poco de dinero en los bolsillos y una bolsa para meter todas las chucherías que puedas llegar a encontrar. En el mismo instante que atravesamos la puerta yo sabía que tenía frío. No dije nada para no retrasarnos. A las pocas cuadras no aguantaba más pero ya estábamos lejos para volver así que le dije a él que apenas llegáramos al mercado me iba a comprar algo en el primer puesto y así fue: en la primera montaña de ropa que vi, coronada con un cartel de “Todo por 2€”, me zambullí como si fuera una pileta de natación y salí a la superficie con una campera negra que desde ese momento se convirtió en mi salvación. Ya estaba lista para empezar nuestro recorrido.

El Rastro es más viejo de lo que parece. 400 son los años de historias, objetos cotidianos y no tanto, ropa vieja y usada, discos de vinilo, intercambios de cartas entre niños y grandes y todo lo que se les ocurra que se puede comprar y vender. Y libros, por supuesto, muchos libros.
Si lo viéramos desde arriba veríamos algo así como un triángulo enorme que se forma entre las calles Toledo, Embajadores y la Ronda de Toledo, el punto de partida es la “Plaza de Cascorro” y según lo que queramos ver y comprar, sólo ver o sólo sacar fotos es a donde nos tenemos que dirigir, aunque yo aconsejo perderse entre sus calles  porque es la única manera en la que vamos a encontrar lo que no estamos buscando, como me pasó a mi con “Relato de un Náufrago”.
Ésta es más o menos la distribución de los puestos. Digo “más o menos” porque no es fija aunque siempre tratan de juntarse según las cosas que vende cada uno.
Mapa de "El Rastro"
La Calle Rivera de Curtidores la podemos hacer en “bajada o en subida” dependiendo de donde comencemos nuestro recorrido. En nuestro caso, como nuestro recorrido empezó en la “Plaza del Cascorro”, fue de bajada. Tienen dos opciones: o dejarse llevar por la marea de gente y no ver nada o ser un poco “contras” y pararse en todos los puestos que nos llamen la atención independientemente si vamos a comprar o no. Hay de todo, de lo que se imaginen: puestos con abanicos, mochilas, ropa de cuero, montañas de jeans Levis, artesanías, etc.
La Calle San Cayetano es conocida como la “calle de los pintores”. Acá pueden encontrar negocios (abiertos todos los días) donde comprar materiales para pintar, dibujar y también cuadros. Una especie de juguetería para mí.
En las Calles Mura el Rio Alta, Mira el Rio Baja y la calle Carnero van a encontrar antigüedades de todo tipo distribuidas en el piso, son los típicos “traperistas” del Rastro.
Y en algún momento van a llegar a la Plaza del Campillo del Mundo Nuevo. Acá díganle “adiós” a su acompañante, si es que fueron acompañados, y pónganse un horario y punto de encuentro. Hay de todo literalmente y si no hay es porque no existe.
"Si-le, No-le"
Sin dudas lo que se robó toda mi atención en esta plaza fueron las personas repartidas en pequeños grupitos con una en el medio. No entendía qué era hasta que me acerqué. Resulta que todos los domingos en la mañana los niños españoles de entre 5 y 8 años (deduje yo) van con sus padres a intercambiar figuritas (que después aprendí que se llamaban “cromos”). Las hay de todo tipo: las típicas de fútbol, de animé, de muñecas para las niñas... ¿Quiénes son los que las intercambian? Adorables abuelos que no aguantaba las ganas de abrazar. Después vi que también había un par de adolescentes haciendo de “central”, nombre con el que acabo de bautizar a la persona que estaba en el medio del grupo de niños con las figuritas que todos querían: las difíciles. Habré estado media hora mirando fijamente a estas personas haciendo sus intercambios para entender un poco más como lo hacían y llegué a la conclusión de cómo se hacían las transacciones.
Cada niño (hay niños y niñas) tiene un taco con sus figuritas repetidas, el álbum lo dejó en su casa, y un papel en el que anota las que le faltan. Se acerca a un “central” y con su papel en mano se lo muestra para ver si él tiene alguna de la lista, van a ver que van a empezar a escuchar gritos de “Si-le, No-le” según la tengan (Si le tienen) o no (No le tienen). Si es así comienzan las tratativas de intercambio que pueden llegar a terminar con una “pequeña” suma de dinero si es que la figurita en cuestión es muy difícil o no. Termina casi siempre con el niño tachando de su lista las figuritas que acaba de conseguir aunque también vi caras tristes por no haber cumplido el objetivo.

Terminé de recorrer esta plaza y me olvidé de lo que había visto al principio, así que volví a darle la vuelta y me paré en uno de los puestos más grandes de libros. No les miento, pasé más de media hora mirando y hojeando libros nuevos, viejos, algunos amarillentos y otros más blancos...pero para mi desgracia no me decidí por ninguno. Si, soy muy indecisa. Ya se acercaba la hora del reencuentro, era el medio día, y me fui del puesto con las manos vacías.
Nos reencontramos y estábamos muertos de hambre por lo que decidimos ir a comer unas “tostas” al lugar más turístico de todos. Se trata de “El Capricho Extremeño”, un pequeño bar (se podría decir) que abre los sábados y domingos y lo único que sirven son tostas. Las tostas son las primas hermanas de los “pinchos” del País Vasco o de los “montaditos” andaluces. No son más que un sándwich de una sola tapa con el pan tostado. Y las hay con de todo arriba: desde aceite de oliva y tomate hasta pulpo o con una pechuga empanada (para nosotros una milanesa de pollo). Obviamente al ser un lugar turístico siempre hay cola pero como digo siempre “si hay cola vale la pena” y ¡si que vale! Porque además de ser muy ricas son muy baratas. Además con dos ya estás más que satisfecho.

Yo no tuve ni tiempo de inmortalizar el momento porque cuando tengo hambre no pienso más que en comer. La foto que ven a continuación refleja el porqué no saqué mi propia foto. 
Resultado de imagen de el capricho extremeño madrid
Tosta de pulpo, El Capricho Extremeño - Madrid. (Imagen de Kelsey Social)
Se estarán preguntando dónde fue que “Relato de un Náufrago” me encontró si no fue en la Plaza del Campillo. Bueno, cuando ya nos decidimos a volver lo hicimos cuesta arriba por la misma calle que bajamos. Volvimos a ver todo el mercado de alguna manera. Pero en una de las calles que cruzaban un puesto me llamó la atención y allá fuimos. Habían vinilos por un lado y libros por el otro así que mientras yo hojeaba libros, él pasaba uno a uno los vinilos. Ya me estaba por dar por vencida cuando lo vi, en una pila de libros chiquitos, como escondido. Lo único que alcanzaba a leer era “relato” y cuando lo agarré y lo vi me volvió el alma al cuerpo. Al principio dudé porque ya habíamos comprado otras cosas y no nos quedaba mucho peso libre pero ¿quién se puede resistir a un libro?

Seguimos nuestro recorrido y justo antes de llegar al final nos encontramos con ellos, tres chicos sentados cada uno con su máquina de escribir y un cartel atrás que decía: “tu dame el tema yo hago el poema”. Había gente haciendo cola entonces me acordé de las tostas y me quedé.
Nuestro tema fue el viajar, el dejar la casa, los amigos, los afectos... Ella tomó todo eso y nos hizo un poema titulado “Irse”.
Así terminó nuestro paseo por “El Rastro”: con un libro nuevo para mi colección, un par de vinilos para la suya y un poema. Volvimos a casa más felices que niños con juguetes nuevos.

Pero no fue hasta hace unos días que decidí empezar a leer el libro que me encontró en Madrid. Fue una mañana frente al mar, mientras pensaba en todo lo que me pasó este año (que todavía no termina). Ayer viví ese triste y duro momento que es leer la última página de un libro que te atrapó desde el principio.

Relato de un náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre” es lo que dice la tapa.

¿Alguna vez les pasó que sintieron que un libro los haya elegido para que lo leyeran? ¿Cuál? ¿Cómo se sintieron al terminarlo? ¿Cuánto tiempo tardaron en ser encontrados por otro? Me encantaría conocer sus historias con sus libros favoritos. Los leo en mis comentarios.

Disfruten el momento.

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