Si tienen un domingo libre en la capital española no dejen de visitar el Mercado del Rastro, pueden encontrar miles de cosas o esas los pueden encontrar a ustedes.
"Uno
no elige los libros, los libros lo eligen a uno".
No
sé porqué esperé 30 años para leer este libro. Tal vez lo leí
durante mi infancia en el colegio y no lo recuerdo. Lo que si sé es
que si no lo leyeron tienen que hacerlo. No se van a arrepentir.
Si
hay un libro que te invita a viajar es este y si te gusta leer además
de viajar es un imprescindible para la biblioteca. No me gustan los
spoilers así que lo que leerán a continuación no es una reseña
tradicional.
Hace
unos meses fuimos a Madrid, acá pueden ver todo lo que hicimos. El
domingo en muchas partes del mundo es día de mercado y en Madrid está
uno de los más grandes y lindos de Europa: el Mercado del Rastro.
¿Saben por qué lo llaman así? Este mercado está ubicado en una
cuesta bastante pronunciada donde, en la antigüedad, se encontraban
las curtidurias y el matadero. Durante el traslado de las vacas, éstas
dejaban un “rastro” de sangre en el camino y se dice que esto dio origen al
nombre del famoso mercado.
Me
acuerdo que salimos temprano en la mañana porque esa es una de las
premisas, además de no llevar más que un poco de dinero en los
bolsillos y una bolsa para meter todas las chucherías que puedas
llegar a encontrar. En el mismo instante que atravesamos la puerta yo
sabía que tenía frío. No dije nada para no retrasarnos. A las
pocas cuadras no aguantaba más pero ya estábamos lejos para volver
así que le dije a él que apenas llegáramos al mercado me iba a
comprar algo en el primer puesto y así fue: en la primera montaña
de ropa que vi, coronada con un cartel de “Todo por 2€”, me
zambullí como si fuera una pileta de natación y salí a la
superficie con una campera negra que desde ese momento se convirtió
en mi salvación. Ya estaba lista para empezar nuestro recorrido.
El
Rastro es más viejo de lo que parece. 400 son los años de
historias, objetos cotidianos y no tanto, ropa vieja y usada, discos
de vinilo, intercambios de cartas entre niños y grandes y todo lo
que se les ocurra que se puede comprar y vender. Y libros, por
supuesto, muchos libros.
Si
lo viéramos desde arriba veríamos algo así como un triángulo
enorme que se forma entre las calles Toledo, Embajadores y la Ronda
de Toledo, el punto de partida es la “Plaza de Cascorro” y según
lo que queramos ver y comprar, sólo ver o sólo sacar fotos es a
donde nos tenemos que dirigir, aunque yo aconsejo perderse entre sus
calles porque es la única manera en la que vamos a encontrar lo que
no estamos buscando, como me pasó a mi con “Relato de un
Náufrago”.
Ésta es más o menos la distribución de los puestos.
Digo “más o menos” porque no es fija aunque siempre tratan de
juntarse según las cosas que vende cada uno.
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Mapa de "El Rastro" |
La
Calle San Cayetano es conocida como la “calle de los pintores”.
Acá pueden encontrar negocios (abiertos todos los días) donde
comprar materiales para pintar, dibujar y también cuadros. Una
especie de juguetería para mí.
En
las Calles Mura el Rio Alta, Mira el Rio Baja y la calle Carnero van
a encontrar antigüedades
de todo tipo distribuidas en el piso, son los típicos “traperistas”
del Rastro.
Y
en algún momento van a llegar a la Plaza del Campillo
del Mundo Nuevo. Acá díganle “adiós” a su acompañante, si es
que fueron acompañados, y pónganse un horario y punto de encuentro.
Hay de
todo literalmente y si no hay es porque no existe.
"Si-le,
No-le"
Sin
dudas lo que se robó toda mi atención en esta plaza fueron las
personas repartidas en pequeños grupitos con una en el medio. No
entendía qué era hasta que me acerqué. Resulta que todos los
domingos en la mañana los niños españoles de entre 5 y 8 años
(deduje yo) van con sus padres a intercambiar figuritas (que después
aprendí que se llamaban “cromos”). Las hay de todo tipo: las
típicas de fútbol, de animé, de muñecas para las niñas...
¿Quiénes son los que las intercambian? Adorables abuelos que no
aguantaba las ganas de abrazar. Después vi que también había un
par de adolescentes haciendo de “central”, nombre con el que
acabo de bautizar a la persona que estaba en el medio del grupo de
niños con las figuritas que todos querían: las difíciles. Habré
estado media hora mirando fijamente a estas personas haciendo sus
intercambios para entender un poco más como lo hacían y llegué a
la conclusión de cómo se hacían las transacciones.
Cada
niño (hay niños y niñas) tiene un taco con sus figuritas
repetidas, el álbum lo dejó en su casa, y un papel en el que anota
las que le faltan. Se acerca a un “central” y con su papel en
mano se lo muestra para ver si él tiene alguna de la lista, van a
ver que van a empezar a escuchar gritos de “Si-le, No-le” según
la tengan (Si le tienen) o no (No le tienen). Si es así comienzan
las tratativas de intercambio que pueden llegar a terminar con una
“pequeña” suma de dinero si es que la figurita en cuestión es
muy difícil o no. Termina casi siempre con el niño tachando de su
lista las figuritas que acaba de conseguir aunque también vi caras
tristes por no haber cumplido el objetivo.
Terminé
de recorrer esta plaza y me olvidé de lo que había visto al
principio, así que volví a darle la vuelta y me paré en uno de los
puestos más grandes de libros. No les miento, pasé más de media
hora mirando y hojeando libros nuevos, viejos, algunos amarillentos y
otros más blancos...pero para mi desgracia no me decidí por
ninguno. Si, soy muy indecisa. Ya se acercaba la hora del
reencuentro, era el medio día, y me fui del puesto con las manos
vacías.
Nos
reencontramos y estábamos muertos de hambre por lo que decidimos ir
a comer unas “tostas” al lugar más turístico de todos. Se trata
de “El Capricho Extremeño”, un pequeño bar (se podría decir)
que abre los sábados y domingos y lo único que sirven son tostas.
Las tostas son las primas hermanas de los “pinchos” del País
Vasco o de los “montaditos” andaluces. No son más que un
sándwich de una sola tapa con el pan tostado. Y las hay con de todo
arriba: desde aceite de oliva y tomate hasta pulpo o con una pechuga
empanada (para nosotros una milanesa de pollo). Obviamente al ser un
lugar turístico siempre hay cola pero como digo siempre “si hay
cola vale la pena” y ¡si que vale! Porque además de ser muy ricas
son muy baratas. Además con dos ya estás más que satisfecho.
Yo no tuve ni tiempo de inmortalizar el momento porque cuando tengo hambre no pienso más que en comer. La foto que ven a continuación refleja el porqué no saqué mi propia foto.
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Tosta de pulpo, El Capricho Extremeño - Madrid. (Imagen de Kelsey Social) |
Seguimos nuestro recorrido y justo antes de llegar al final nos encontramos con ellos, tres chicos sentados cada uno con su máquina de escribir y un cartel atrás que decía: “tu dame el tema yo hago el poema”. Había gente haciendo cola entonces me acordé de las tostas y me quedé. Nuestro tema fue el viajar, el dejar la casa, los amigos, los afectos... Ella tomó todo eso y nos hizo un poema titulado “Irse”.
Así terminó nuestro paseo por “El Rastro”: con un libro nuevo
para mi colección, un par de vinilos para la suya y un poema.
Volvimos a casa más felices que niños con juguetes nuevos.
Pero
no fue hasta hace unos días que decidí empezar a leer el libro que
me encontró en Madrid. Fue una mañana frente al mar, mientras
pensaba en todo lo que me pasó este año (que todavía no termina).
Ayer viví ese triste y duro momento que es leer la última página
de un libro que te atrapó desde el principio.
“Relato
de un náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin
comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por
las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego
aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre” es lo que dice
la tapa.
¿Alguna
vez les pasó que sintieron que un libro los haya elegido para que lo
leyeran? ¿Cuál? ¿Cómo se sintieron al terminarlo? ¿Cuánto
tiempo tardaron en ser encontrados por otro? Me encantaría conocer
sus historias con sus libros favoritos. Los leo en mis comentarios.
Disfruten
el momento.

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