“El desayuno es la comida más importante del día” dicen los que saben. Aunque otros, que también saben, opinan lo contrario. Yo soy fan de los desayunos, por eso para mí uno bueno es el que nos da las energías necesarias para afrontar la mañana ya sea en nuestro trabajo, en la universidad o en casa sin caer en la tentación de comernos lo que se nos cruce por enfrente a las 11 hs.
Una de las primeras entradas en este blog cuando recién empecé fue una del desayuno y pueden leerla acá si quieren.
Desde que “cocino para viajar y viceversa” he vivido en
muchas partes del mundo y al mismo tiempo, con muchas personas de distintas
partes del mundo. No se imaginan lo distintos que eran esos desayunos entre si:
desde un café con leche y un pan con algo arriba hasta huevos revueltos con
bacon o salchichas. Hoy voy a recordar a los “roommates” y sus desayunos que me han acompañado a lo largo de estos cuatro años.
@lavidadenicol |
Allá por el 2014 me fui a vivir a Chile y no tardé mucho en
acostumbrarme a su forma de desayunar. ¿Quién no lo haría teniendo pan y paltas
enfrente todas las mañanas? Pero no sólo de paltas viven los chilenos. Ellos también tienen en su mesa todas las mañanas un café (con o sin leche) un vaso de jugo (el de piña -ananá- es el que más veía yo) huevos revueltos y
alguno que otro por ahí come una fruta. Los panificados no faltan en la mesa: hallullas o marraquetas tostadas con “mantequilla” apenas
salada que se va derritiendo poco a poco. Confieso que yo soy de las que dejo
enfriar la tostada para que no pase eso pero a veces la tentación me ganaba. En
el sur, donde vivía yo, también se acostumbra a desayunar con “queques” o
“kuchen”, dulces tradicionales alemanes que son típicos de la zona. Pero en mi
caso esto lo dejábamos para el fin de semana o para “tomar once”. Si quieren
sorprender a alguien con una receta típica de la Región del Bio Bio (Chile) acá les dejo la mia: Kuchen de manzana y nuez.
* "La vida de Nicol" es la página de una kinesióloga penquista que se dio cuenta que la kinesiología no la hacía tan feliz como dibujar. *
A fines del 2015 armé las valijas y crucé el charco. Mi
primera parada fue el Principado de Andorra, un pequeño país entre España y
Francia en el que el catalán es uno de los idiomas oficiales. Y como no podía
ser de otra manera el desayuno era a lo catalán. Una vez por semana en el
trabajo hacíamos un desayuno comunitario antes de empezar con nuestras tareas.
Íbamos a la barra, pedíamos nuestro café y nos acercábamos a la mesa en donde
nos esperaban pan, tomate y aceite de oliva. Ahí conocí el “pa amb tomàquet”.
Esa si que era una buena manera de empezar el día con fuerzas: el pan tostado y
crujiente con una capa de tomate rallado por arriba y aceite de oliva virgen extra
(sino no sirve) para coronar. ¿Rico no?
Tiempo después, cuando terminó el invierno, tenía que elegir
a dónde ir. No podía dejar pasar la oportunidad de vivir en Barcelona. Allá
fui. El “pa amb tomàquet” me seguía. Ahí tuve mi primera “roommate”: una
peruana que hacía mas de 15 años que vivía en Barcelona. Ella no desayunaba
como lo hacen en Perú, pero me contó que allá hay una bebida típica el
“emoliente” que muchos peruanos toman en la mañana. Es un hervido de granos
tostados de cebada o linaza con jugo de limón, hierbas variadas y un poco de
azúcar. Para comer: pan francés, manteca, jamón, queso. También acostumbran
a comer avena cocida.
A fin del 2016 volví a la Argentina de visita y en el vuelo
me tocó una “escala larga” en Estambul, Turquía. No saben lo que era ese
desayuno. Como todo desayuno de hotel había un poco de todo, pero en una parte
de la habitación -que no era una sino dos habitaciones con mesas y mesas de
comida para desayunar - estaba toda la parte turca. El tradicional "kahvalti" turco es el brunch de los ingleses y varía un poco dependiendo la
región del país. Sin embargo en todos hay pan (de todo tipo), miel, manteca, mermeladas,
pimientos verdes, tomates, pepinos, diferentes tipos de queso y fiambres, aceitunas verdes
y negras y huevos. Todo esto lo podés acompañar con el tradicional té
negro turco o café.
El desayuno de La Gata Flora. |
Me pasé todo ese verano en la Argentina y entre la
organización de la mesa dulce del casamiento de mi hermana, tereré con mis
amigas en alguna pileta y salidas por las noches, desayunaba (obvio!). Esos
desayunos eran bien a lo argentino: café con leche o mate, tostadas (frías) con
manteca y algún dulce casero que anduviera dando vueltas por la cocina y los
fines de semana casi siempre había facturas de todo tipo. Los pastelitos de
membrillo mis preferidos, siempre.
Pero me tocó volver a armar las valijas para volver a cruzar
el charco, Francia me esperaba. Era fines de abril del 2017 y yo tenía otra
“escala larga” pero esta vez no desayuné. Me tocó recorrer la
bicontinental ciudad de Estambul. Después de eso llegué a Niza (Costa
Azul francesa) aunque no tuve tiempo ni de respirar que ya cambie de destino,
si tuve la oportunidad de desayunar. Debajo del departamento en donde vivía con tres cordobesas, en
pleno centro de la ciudad, había una boulangerie que todos los días desde temprano inundaba con su aroma la cocina y llegaba hasta las habitaciones, el mejor despertador LEJOS. Me levantaba, bajaba y compraba algo, lo que estuviera caliente: una baguette para untar con manteca, un famoso “pain au
chocolat” o unas croissants. Cosas típicas que todos los franceses tienen en su
mesa para el desayuno.
Llegué a Italia para quedarme. Mi “roommate” fue
una venezolana. Ella todas las noches, antes de irnos a dormir, hacía una masa
con una especie de polenta pero mas clara y un poco de agua. A la mañana siguiente
formaba unas bolitas, las aplastaba y las cocinaba lentamente en una sartén con
manteca dándolas vuelta cada tanto. Eran las arepas. Y yo, que era amante porque
es una de las comidas favoritas de Narda Lepes, saltaba de la alegría cada vez
que las hacía. Cuando las comíamos en el desayuno las cortábamos aún calientes,
le untábamos un poco de manteca y le poníamos un queso fresco adentro que, con el
calor residual, se derretía y era la gloria. Imagínense con una buena taza de
café con leche.
Actualmente sigo en Italia pero cambié de “roommate” y me
atrevo a decir que es el mejor que he tenido: un argentino pero que ha adoptado
las tradiciones italianas del desayuno al pie de la letra. Todas las mañanas
lleno la mesa con distintas cosas para comer y él solo se toma un café con la
fruta que tengamos en ese momento. “Es que cuando llego al trabajo vamos a desayunar
al bar”, me dice. Y claro, si dicen que los italianos desayunan dos veces. Uno en la casa, con un simple café hecho en la Moka, como debe ser, y otro en
el bar con el típico cappuccino y el cornetto (el croissant de los italianos).
Desayunen rico.
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